Un territorio agridulce con sabor a barbecho, tardes interminables de verano, fértiles tierras de secano, cereales, almendros, acebuches, viñedos y algunas legumbres.
Olor a verde pino y esparto.
en cientos de jaretas y vencejos
Candados en puertas de hierro
las aldabas siempre en mis manos
Un sol que revienta de lejos
la noche que no pasa de largo
Pan y pringue en el almuerzo
en los bolsillos pesan los años
Veranos de agua fresca en el botijo
sacian la sed y la codicia del aniaguero
enjalbegadas las paredes del cortijo
encuentro en las salinas de mis recuerdos
Y la noche que nunca pasa de largo
Una caterva de pequeños sonidos y aromas me van acompañando durante el trayecto. Los embotello y los etiqueto uno a uno para convertirlos en banda sonora de una juventud que fue creciendo mas deprisa que yo y que el tiempo.
Siempre me llegaron tarde las cosas... hasta los recuerdos.
No obstante puedo mirar atrás y seguir oliendo a verde pino y esparto, así como decir que soy realmente afortunado.
Y la noche que nunca pasa de largo.
Rod Rodríguez
Bueno Antonio, veo que te superas día a día; si señor, me encantó el poema. Abrazo
ResponderEliminarMil gracias Abelardo, viniendo esas palabras de un reconocido poeta y escritor como tu son los mejores halagos que pueda recibir de recompensa. Ya sabes , se empieza escribiendo algún prólogo y si se tiene un buen maestro, a veces hasta uno mismo consigue no desentonar demasiado. Gracias
ResponderEliminarEsa nostalgia, que bien la has descrito. Me ha gustado mucho. (Un abrazo
ResponderEliminarMil gracias Fernando por tus palabras, me alegro que te hayan llegado mis palabras. Un abrazo
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